El corazón industrial de Córdoba volvió a encender las alarmas. Las empresas autopartistas y metalúrgicas de la provincia advierten que la caída en la producción automotriz es más profunda que en otros polos del país y que 2026 se perfila como un año especialmente complejo, con un primer semestre que podría ser el más delicado.
Los fabricantes de componentes aseguran que los pedidos de las terminales se achicaron de manera abrupta en los últimos meses, arrastradas por un mercado interno debilitado, demoras en proyectos de inversión y un consumo que no logra reactivarse. Algunas firmas hablan de un retroceso en los volúmenes de hasta dos dígitos, lo que ya impacta en turnos, horas extras y niveles de actividad en talleres que venían ajustados desde mediados de año.
En el sector dan por descontado que esta tendencia se profundizará durante el arranque de 2026. Las terminales, plantean, están recalculando producción, demorando lanzamientos y reorganizando proveedores, lo que inevitablemente se traslada a la cadena autopartista. El temor principal es el efecto en el empleo: muchas pymes reconocen que hoy sostienen planteles “como pueden”, pero admiten que, si no aparece un repunte, habrá suspensiones e incluso despidos.
Las cámaras del sector reclaman que la Provincia active gestiones para amortiguar el impacto, desde incentivos fiscales a líneas de financiamiento y rondas de negocios que les permitan diversificar mercados. También piden reactivar programas de integración local, que quedaron estancados en medio de la incertidumbre macro y de la caída de la demanda.
Córdoba, una de las regiones históricamente más vinculadas al complejo automotor, enfrenta así un escenario que combina desaceleración productiva, presión sobre los costos y un horizonte que exige respuestas rápidas. Para los autopartistas, la clave será sobrevivir a la tormenta del primer semestre y llegar a la segunda mitad del año con expectativas de rebote. Pero, por ahora, el diagnóstico es unánime: se viene un 2026 cuesta arriba.