Lo que pasa en “la micro” vuelve a confirmar lo que se siente en la calle: la gente compra menos, mucho menos, y las pequeñas y medianas empresas lo padecen. Según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), noviembre terminó con una caída mensual del 9,1% en ventas, un número que profundiza la tendencia de retracción del consumo que se viene acumulando desde mitad de año.

La baja no responde a un factor puntual sino a un combo conocido: bolsillos debilitados, salarios corriendo atrás de la inflación y un clima de inversión prácticamente congelado. En muchos rubros —desde alimentos hasta indumentaria y ferreterías— la demanda sigue apagada y la rotación de stock se vuelve cada vez más lenta.

El panorama no es alentador, pero tampoco uniforme. CAME señala que casi la mitad de los comercios consultados cree que 2026 podría traer un leve repunte, impulsado por la expectativa de cierta estabilidad macro y por el rebote lógico después de un año de ajuste y caída sostenida del poder adquisitivo. Sin embargo, la otra mitad no comparte ese optimismo y teme que la recuperación tarde más de lo previsto si no aparecen medidas claras que reactiven la demanda.

Mientras tanto, la foto actual es clara: el consumo interno sigue apagado y las pymes, que son el termómetro más inmediato de la economía real, continúan trabajando con ventas en mínimos y márgenes cada vez más ajustados.

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