Cobró una indemnización gracias al fuero laboral y hoy, desde la Casa Rosada, estigmatiza a los trabajadores que reclaman en la Justicia. La historia del vocero presidencial expone la doble vara del gobierno de Milei frente a los derechos laborales.

En el corazón del discurso del gobierno de Javier Milei contra la llamada “industria del juicio”, una figura sobresale por la contradicción que encarna: el vocero presidencial Manuel Adorni. Hoy convertido en uno de los principales portavoces de la cruzada oficial contra los juicios laborales, Adorni fue, no hace tantos años, beneficiario directo de ese mismo sistema judicial que ahora cuestiona.
Un juicio que hoy incomoda
Antes de llegar a la Casa Rosada, Adorni se desempeñaba como empleado administrativo en una concesionaria vinculada a Renault. Tras su despido, inició un juicio laboral que incluyó no solo a su empleador directo, sino también a empresas del grupo automotor. El reclamo terminó en un acuerdo favorable, que le permitió cobrar una suma millonaria para la época.
Como miles de trabajadores argentinos, Adorni recurrió a la Justicia para defender sus derechos. Nadie lo cuestionó entonces. Lo que genera ruido hoy es que quien usó y ganó en el fuero laboral se haya transformado en uno de los principales críticos de ese mismo mecanismo.
El discurso actual: contra la “industria del juicio”
Desde su rol como vocero, Adorni se alineó con la narrativa del presidente Milei: los juicios laborales serían, según el oficialismo, un obstáculo para la creación de empleo y una carga para las empresas. En ese marco, el gobierno impulsa reformas para limitar indemnizaciones, ampliar períodos de prueba y desalentar demandas de trabajadores despedidos.
El mensaje es claro: para el Ejecutivo, el problema no son los despidos sin causa ni los abusos patronales, sino los empleados que reclaman en tribunales. Una mirada que para sindicatos y especialistas implica correr el eje del conflicto y debilitar derechos históricos.
Reacciones: la doble vara bajo la lupa
El pasado de Adorni no tardó en generar repercusiones en el mundo sindical y entre abogados laboralistas, que ven en su historia personal un ejemplo de la doble vara del discurso oficial.
Desde distintos gremios advierten que el vocero “se sirvió del sistema cuando fue trabajador, pero ahora pretende deslegitimarlo desde el poder”. Para los sindicatos, los juicios laborales no son una industria, sino una herramienta legítima para que empleados despedidos puedan reclamar lo que les corresponde.
Especialistas en derecho laboral recuerdan que el caso de Adorni es el de miles de argentinos: despido, reclamo judicial y acuerdo. “Si él pudo cobrar gracias al fuero laboral, ¿por qué ahora quiere cerrarle esa puerta a otros?”, se preguntan.
También señalan que el intento de desalentar demandas e indemnizaciones no apunta a corregir abusos, sino que termina afectando a los trabajadores más vulnerables. “El mensaje es derechos para pocos, ajuste para muchos”, resumen.
Para las centrales obreras, Adorni se convirtió en un símbolo del mileísmo: funcionarios que en su vida privada se beneficiaron de derechos laborales, pero que hoy promueven recortarlos.
Un símbolo del modelo Milei
El caso Adorni expone una tensión más profunda del gobierno libertario. Mientras se ajusta sobre jubilados, universidades y empleo público, y se pide “sacrificio” a la sociedad, el oficialismo construye un relato donde el trabajador que reclama pasa a ser el enemigo.
La historia personal del vocero revela que los derechos no molestan cuando benefician a los propios, pero sí cuando pueden servirle a otros en un contexto de ajuste.
Cuando el pasado vuelve
El juicio laboral que alguna vez le permitió a Manuel Adorni defenderse de un despido hoy vuelve como un espejo incómodo. En un gobierno que promete libertad, pero que apunta contra quienes usan la Justicia para reclamar, la figura del vocero resume una contradicción central:
el sistema es válido cuando conviene; es un problema cuando estorba al poder.



