La confirmación de nuevos casos de sarampión expone una realidad que el Gobierno venía intentando minimizar: la fragilidad del sistema sanitario producto de la ausencia de políticas públicas consistentes. El Ministerio de Salud lanzó una alerta epidemiológica que, más que una medida preventiva, funciona como un reconocimiento tardío de una situación que era previsible y evitable.

Durante años, el país sostuvo altos niveles de vacunación y logró mantener al sarampión bajo control. Sin embargo, la desinversión sostenida, la desorganización administrativa y la falta de estrategias claras de inmunización abrieron grietas que hoy permiten el regreso de una enfermedad que debería estar completamente contenida. La alerta llega después de meses en los que se redujeron campañas de vacunación, se discontinuaron operativos territoriales y se subestimaron los riesgos sanitarios.

El Ministerio ahora pide extremar la vigilancia, acelerar la notificación de casos sospechosos y revisar esquemas de vacunación. Pero estas recomendaciones chocan con un contexto en el que faltan recursos, personal y planificación. Los equipos de salud enfrentan un escenario en el que se les exige responder a emergencias generadas, en buena parte, por la falta de conducción política.

Mientras tanto, la población recibe mensajes contradictorios: se habla de prevención cuando, en paralelo, se recortan programas esenciales y se desmantelan estructuras clave para mantener la inmunidad colectiva. La vacuna está disponible, sí, pero sin campañas amplias ni estrategias activas para recuperar coberturas, la responsabilidad termina recayendo sobre individuos en lugar de en un Estado que debería garantizar protección.

Los nuevos casos no son un accidente: son la consecuencia directa de un gobierno que llegó tarde, improvisó y dejó a la salud pública en estado de vulnerabilidad. La alerta epidemiológica es apenas el síntoma visible de un problema mayor: la ausencia de una política sanitaria seria, sostenida y capaz de anticiparse en lugar de reaccionar cuando el daño ya está hecho.

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