La American Soybean Association (ASA- Asociación de Sojeros Americana), lanzó un comunicado al gobierno de Donald Trump: «ASA responde a las acciones de la soja argentina: Los agricultores de EE.UU. no pueden esperar más. Llamamos al presidente Trump y a su equipo a asegurar de inmediato un acuerdo comercial con China». Las alarmas de productores norteamericanos surgieron cuando Argentina, tras eliminar sus retenciones, logró colocar en apenas dos días 20 cargamentos de soja en el mercado chino, justo cuando la Casa Blanca anunciaba un paquete (todavía solo en etapa de anuncio genérico) de 20 mil millones de dólares de asistencia económica para Buenos Aires. 

«La frustración es abrumadora. Los precios de la soja en EE.UU. están cayendo, la cosecha está en marcha, y los agricultores leen titulares no sobre asegurar un acuerdo comercial con China, sino que el gobierno de EE.UU. está extendiendo 20 mil millones de dólares en apoyo económico a Argentina mientras ese país elimina los impuestos a la exportación de soja para vender 20 cargamentos de soja argentina a China en apenas dos días», afirma el comunicado de la asociación sojera de Estados Unidos.

El asunto llegó al Capitolio y el senador Chuck Grassley, del estado de Iowa, se sumó al enojo. «Por qué Estados Unidos tiene que rescatar a la Argentina, mientras esta toma el mayor mercado de nuestros productores de soja», se indignó Chuck, que no es cualquier senador, es republicano, presidente pro tempore del Senado de Estados Unidos y fue reelecto siete veces. Desde 1981 ocupa su banca.

Hay que avisarle al bueno de Grassley que la respuesta está en los negocios que el ministro de economía de Argentina, Luis Caputo, con aval presidencial, realiza con 4 cerealeras que operan en el país que ganaron 2 mil millones de dólares en 72 horas.

En medio de esa tensión irrumpió Scott Bessent reclamando la restitución de las retenciones. El pedido sorprendió: un liberal ortodoxo, defensor del libre comercio, exigiendo un impuesto. Pero la jugada se entiende cuando se observa el mapa completo: sin retenciones, los exportadores argentinos ganan competitividad y desplazan a los norteamericanos en mercados clave como el chino. 

Bessent expuso así una verdad incómoda: Argentina y Estados Unidos no tienen economías complementarias, sino competitivas. Ambos producen soja y petróleo. Cada movimiento impositivo en Buenos Aires impacta en los márgenes de Chicago. 

El caso desnuda un choque más profundo: el de la retórica del libre comercio contra los intereses concretos de las potencias. En Washington lo saben: el libre mercado se defiende hasta que amenaza al productor local. Entonces aparece el proteccionismo, disfrazado de consejo técnico o de ayuda macroeconómica.

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