El precio de la carne volvió a acelerar y en apenas seis semanas acumula un aumento superior al 20%, una suba que golpea de lleno al consumo interno en un contexto de ventas ya deprimidas. Según fuentes del sector, a fines de noviembre los frigoríficos aplicaron un nuevo ajuste del 5% sobre sus listas, que se sumó a dos incrementos consecutivos del 6% y del 9% en las semanas previas.
El repunte de costos —combustibles, energía, financiamiento y alimentación del ganado— presiona a toda la cadena y empuja a los frigoríficos a trasladar aumentos de forma escalonada. Las carnicerías, sin embargo, intentan amortiguar el impacto en las góndolas para no profundizar la caída del consumo, que desde mitad de año se mueve en niveles históricamente bajos.

Muchos comercios minoristas están aplicando estrategias defensivas: absorben parte de las subas, estiran márgenes, reducen stock o rotación y priorizan cortes de menor valor para sostener el movimiento diario. Pero el margen de maniobra es cada vez más chico. “Si trasladamos todo, la gente deja directamente de comprar”, describen desde el rubro.
En el sector advierten que, si no se estabilizan los costos y la oferta ganadera, el verano podría llegar con nuevos aumentos y un consumo aún más retraído. Por ahora, la estrategia es resistir, contener precios en lo posible y esperar un cambio en la dinámica del mercado.
